sábado, 15 de mayo de 2010

Recuerdo.

Punza en los ojos. Es una esquela fúnebre publicada durante el sueño. No dice nada. Asoma todo. Es horma, mas no signo. Su imprecisión vuelve tácita tu fragilidad conceptual. Imposible cerrar los ojos ante ella; están sellados, los párpados alcanzaron el rango de cadalsos. 
Entonces miras sin tocar. Debería decir: aprecias. Pero no, tal cosa es improbable. Te quedas ahí, rehén acostumbrado a vivir atado a una idea perdida, a una imagen insólita pero recurrente. Y sigues, después de despertar sometido al cordón umbilical de tu historia y su paciencia para seguirte hasta el fin del mundo.
¿En eso consiste el recuerdo?
Pregunto y vuelvo. No vayas a pensar que no lo sabía. Es sólo que estoy cansado de responder.

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