El martes es un espectro gris. Se toma con fresca calma sus labores de día infértil. Se riega y rasga verticalmente. Oscurece con anticipación. Enfría los dedos de los pies y la punta de los pensamientos. Cada día ha de tener una vocación peculiar para concentrar en un segundo sensaciones del tipo fuga y coladera. Yo estoy inconforme con su faceta escurridiza. Con su corazón infame. Con su modo único de aparecer frío e indoloro. Quiero un martes que se muera de vida. Quiero un día en el día, donde pueda amanecer a mis anchas y celebrar que, después de todo, no es el tiempo lo que está pasando, ni yo, ni tú, ni nosotros. Saber que nada más pasa un martes anodino.
La amable explosión esta
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La lenta, casi imperceptible marcha de todo continúa en sus revoluciones y
sus inescapables giros. No hay manera de saber cómo, pero es ineludible el
he...
Hace 3 años
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