Bach en cristalería. Siete cubiertos en la mesa para descubrir el sabor a pino de la mañana. El café a mi derecha, sentado como el hijo de Dios. Los cigarros a la izquierda, diablos dispuestos a quemarse lento en el infierno de mis labios. Todo el tintineo de la era emitiendo luces gama: pulsares, supernovas, estrellas que saben morir y apagarse. El pausado acomodo de los músculos; cruje el cuello; se distienden los músculos; el cabello libera su carga estática; el musgo se desprende y deja sus fideos sobre una camisa amarilla. Es domingo, un día hecho para ridiculizar al mundo. Un día que sin más día que una pila indómita de minutos crea una represa peculiar para ahogarnos de nada, de vida, de ser, de ansiedad o tedio. Es la desesperación disfrazada de tortuga que muda ya su caparazón hacia la tarde.
La amable explosión esta
-
La lenta, casi imperceptible marcha de todo continúa en sus revoluciones y
sus inescapables giros. No hay manera de saber cómo, pero es ineludible el
he...
Hace 3 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario