Un número. La matriz fija en el papel la coordenada. Luego viene la X a imprimir el misterio -solemos sublimar casi todo lo que sigue de nada. El vaso es una piel de cristal o plástico. La piel es un envase de milagros. Nos bebe el tiempo en la coordenada que el número indica según la matriz en turno. El número, hace de cuenta. Nos cuenta y descuenta. El número es esto que voy a pagar por un café. El número es lo que pesan los cacahuates japoneses sobre la barra. Es un recurso para perder dinero, días y cacahuates. Ese número dice 30. Aquel es un tapiz. El número revela la mediocridad de una medida y también la indiferencia cardinal de un punto lejano. Enumerar es querer precisar sin falla todo lo que no somos. No somos un kilo de rábanos. No somos este sábado 30, día sexto. No somos dos mil diez años. No somos el peso, ni los pasos, ni los metros, ni los mililitros de saliva que brotan en el estornudo.
Cero.