Lo atroz, lo bizarro y lo inexplicable suceden en una franja olvidada del humanismo. Todos lo ven, pero pocos reconocen lo que verdaderamente es; de los que reconocen lo que es, son menos aún quienes quieren hacer algo para cambiarlo; peor aún, es mínimo el porcentaje de los que finalmente pueden hacer algo y lo hacen.
A esos debemos llamarles locos, mientras seguimos por la cómoda senda de la indiferencia y la simulación. Al fin y al cabo, humanos de la franja mayoritaria.