Mis ojos respiran sombras enhiestas. Entorno incinerado en su boca de humo. La palabra, fogosa, sucumbe en el cerillo. Mi ojos nunca fueron ventanas del alma, sino cloacas del ser. La alfombra se tiende y creo mirar un reptil desencantado. Mis pasos no van, nunca vinieron, no irán. Tengo la sed de un cactus. No puedo ir más rápido que el tornillo que taladra mi sien. Mi prisa es la del agua cuando besa la roca. Mi tiempo es luz y mi rodilla un planeta. Me detengo a mitad de la muerte para que la vida pase de largo.
Tengo un corazón ad hominem.