viernes, 11 de junio de 2010

Báilamela suavecita.


       Bailar frente al espejo, entre luces, encima de tu sombra, debajo del cielo, codo a codo. Bailar para traducir en feromonas la música, para convocar, provocar, evocar, exasperar. Bailar por sí, por no y por quién sabe. Mover el esqueleto y arrastrar al mundo. Desorbitar la mirada de quienes te miran y de quienes te soñarán. Infartar el corazón, descolocar los huesos, estropear las articulaciones. Todo quieto, menos tú, menos la avenida T. Alvear, los autos, las personas, las banderas que ondean mordisqueadas por el viento. Todo quieto menos la verga, que se pone dura y furiosa, que curiosea adentró del pantalón. Y mentir, una, dos, tres, mil o un millón de veces, porque ¿quién desea la verdad en el culmen de un paraíso artificial?

2 comentarios:

La Otra Maja dijo...

Bailemos pues, hasta perder la razón.

Un abrazo...

Aquí su pendejo dijo...

Será la locura que nos hace.... bailar.
Cerati.