Cuando digo nosotros, no me incluyo.
El mundo es basto, el hombre, un duplicado de sí mismo.
Cuando digo ustedes, me refiero a ellos
¿quiénes se creen para considerarse mis espejos?
Si acaso, despojos de otro mundo; uno menos basto.
Cuando digo ellos, en manada acuden sus arañas.
Filas de ellas, con sus patas como manos y sus manos como garras
¿Quiénes son ellos?
Tan disímbolos, insultantes y distópicos como tú y yo.
Ellos y nosotros.
No.
Ustedes y ellos.
Tampoco.
El espejo es un fragmento en potencia.
Laten sus astillas.
Crepitan sus grietas.
El puño va.
El tuyo y el mío.
El de ellos y el de ustedes.
Pero nosotros no estamos entre nosotros.
Nosotros somos tú y él.
O yo y tú.
O nadie.
Cosa rara, de avispa muda que vuela y se lleva el muro.
O de código.
O de humo.
Por eso nadie: ese gran habitante que, de vez en cuando, muta y se vuelve alguien.
Un alguien.
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