De atrás para adelante supondría una ilación con tufo de continuidad. Lo cierto es que allá atrás no había un adelante. El hacia se desvió, decidió no llegar o bien no quiso transformarse en un hasta aquí. Con todo y eso hubo que hincarse ante la ingrata realidad bidimensional que urgía a contemplar el tiempo espacio como una cicatriz única, dotada de la legitimidad suficiente como para contemplarnos frente a ella, sumisos y frágiles. Desbordados de humanidad, instaron al hoy a desparramarse en otras direcciones: arriba, abajo, a un lado, al otro. Nunca pensaron que la inmovilidad les devolvía la paz, que la inacción los fijaba a la tierra como un pegamento magnífico, como una estación, la de lo intacto. Desdeñaron pues la negación. Se arrojaron a un sí, que después no. Bautizaron su elección como libertad mientras, en las entrañas mismas de tal ficción crecía la inercia. Humanizaron su desgracia. Lloraron.
Fueron yo.
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