Eres la funda de tu móvil. El accesorio de tus lentes. Tus zapatos te usan para andar. Le sirves a tus calzones para no quedarse arrumbados en un cajón. Le brindas regocijo al cinto que te estruja para él relajarse. A tu camisa no le importa lo que hay debajo de ella, pliegues de grasa o un vientre plano.
Tu reloj no se conmueve con tu puntualidad, sencillamente, quiere que lo saques a pasear. Eres un pasajero más de tu auto y si no tienes auto, eres un extraño que viaja junto a otros extraños en la desenfrenada vida del camión público.
Para tu cama no eres más que un ácaro más, una masa que suda y desordena las sábanas. La casa se sabe una abyección de la banqueta y la banqueta se asume como una degradación de la calle, quien a su vez, entiende que no es más que la interrupción de una brecha o quizá de un sin sentido.
La cuestión es que tu cepillo de dientes se burla de tus caries. Que mientras buscas el espejo, él se cierra dejando frente a ti una burla. Entonces, te preguntarás si eres lo que usas o si eres usado por lo que dices usar.
Cualquiera que sea la respuesta, sin duda se trata de un eufemismo del concepto vergüenza.
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