martes, 5 de octubre de 2010

Entre muros te veas.

He ahí un muro pálido. Su desfachatez descascarada. Su intento fallido por oponerse verticalmente al sol. La manera rectangular con que se desplanta del territorio, para quedar contenido en cientos de ladrillos, tediosamente apilados cual dientes caídos. 
Tal muro no inspira lamentación alguna. Tampoco dan ganas de treparlo. No le crece una enredadera. Ningún insecto llega para quedarse. Es un muro anodino de tu ciudad imaginaria. Es un recuerdo que se retuerce. Es un veneno urgido por ser inyectado. Son las dudas, las miserias y las tristezas que animan tu infamia. Eres tú, desolada y abyecta intentando respirar un aire que no mereces respirar, y muriendo por ello.

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